jueves, 24 de marzo de 2016

La novia

Mi novio estaba para comérselo, un bombón de 25 años con traje negro, parecía un muñequito de torta. Le saqué fotos para el face, el insiste en esa boludez, pero bueno es pendejo y lo dejo. Era el testigo en el civil de su amigo –un tipo grande muy querido en el pueblo- tenía que ir presentable. Nunca lo vi así vestido, siempre de jean o pantalón de gimnasia, siempre tan pueblerino, tan rústico. Pero ese traje le quedaba tan bien que me sentí orgullosa de él. Tanto como cuando comenzó a trabajar luego de 9 años. Comencé a penar en salir con la escopeta, mi chuchi está para dejarlo en la mesita de luz y no compartirlo con nadie.
La noche estaba espectacular, cielo estrellado, clima óptimo de principios de noviembre, ni frío ni calor, parecía que hasta el día le rendía homenaje a la pareja de recién casados. Llegamos a la reunión como a las 2 de la mañana luego del trabajo. Desde la calle se veían las luces que bailaban en el lugar, la entrada nos recibió con adornos en violeta y dorado, y un pasillo custodiado por florecidos rosales. Se mezclaba el perfume de las rosas con el de la alegría. Se respiraba fiesta. Llegamos para los tragos, los dulces, el baile, aunque a mí mucho no me gusta bailar.
Yo estaba contenta, porque después de 9 años era la oportunidad de ir a un evento social juntos, nunca salíamos con amigos, nunca nos vieron como pareja. Pero esta vez, iba a poder lucirme con mi bomboncito, porque el amigo me vino a invitar personalmente.
Cuando llegamos sonaban los Redondos, a mi chuchi se le iluminó la mirada. El clima era cálido y los hombres estaban en la barra al grito de “tequila tequila tequila” con el novio. La novia, en otro sector, detrás de la barra, servía bebidas a unos chicos que le hablaban y le decían “suegra”. Ella sonreía, todos sonreían. Cuando nos vió salió como un rayo a recibirnos y nos agradeció con un abrazo que hayamos podido ir. Eso me sorprendió porque casi no la conozco y por otro lado, los abrazos me incomodan. De todas maneras parecía sincera.
Nos invitó champagne, torta, tortitas, tartas, helado, se disculpó que el asado ya estaba frío. Acepté el champagne y no pude despreciar esa torta que tan bien se veía. Comí dos porciones. Charlamos un rato, de donde era la torta, de trabajo, le conté que me compre una camioneta y que me voy de vacaciones con mí chuchi. Me contó que ellos querían mucho a mi novio y que fue la primera persona que ella conoció cuando llegó al pueblo, el testigo para ellos era importante y por eso lo eligieron. Me dijo algo de un hijo, pero no me interesaba lo que me decía en realidad. Le hablé del restaurante y de mis proyectos. La conversación no me impidió notar su vestimenta. Me llamó la atención que no llevaba vestido de novia, era un atuendo sencillo para una novia y escotado, demasiado a mi modo de ver.
Al margen de la ropa provocativa parecía desbordar alegría, era lógico, se había casado y ya tenía más de cuarenta calculé que tendría mi edad y pensé que yo no me vestiría así, aunque yo no tenga esas tetas.
Al novio nunca lo había visto de traje, y lo conozco hace muchos años, más de veinte, a veces no puedo recordar que tan bien lo conozco, no sé si fue alguno de los que luego de una borrachera apareció en mi cama al día siguiente. Me convenzo que no, porque tiene mi edad y mi target es otro, para vieja estoy yo, prefiero los pendejos como mí chuchi.
Se notaba que la novia estaba feliz, quizás borracha, la mayoría lo estaba. Pero, ¿Era necesario tanto escote? No se le veía nada, pero atraía miradas. Las de mi novio incluidas, el muy boludón nunca pudo evitar mirar un par de tetas ¿lo habrán amamantado de chico?
Cuando el disc jockey puso Rodrigo el marido la arrastró a la pista y se pusieron a bailar. Ella parecía un pez en el agua, al contrario de él que solo saltaba y parecía que estaba haciendo pogo, pero en esos momentos ella bailaba y lo miraba como si fuera el mejor bailarín del mundo. Él también la mira con los ojos brillosos, la debe querer mucho, aunque muestre las tetas.
Después el amigo grandote se la sacó de las manos y bailaron y rieron, parecía un gigante a su lado, ella tan petiza al lado de esa montaña tonta, parecían la luna dando vueltas alrededor de la tierra, un colibrí delante de un enorme manojo de Hortensias. Así todos los amigos del novio se fueron turnando-porque ella no tiene amigos acá en el pueblo, es nueva, no puede tener amigos, ¿Yo hace cuarenta años que vivo acá y no tengo amigos, como podría tenerlos ella?- para bailar y le decían “Tía, que bueno que te guste bailar”, ”Dale tía, bailá conmigo”, hasta mi novio dijo “Tía bailemos”. Mi novio, le miró las tetas y la invitó a bailar.
El muy boludo no podía disimular. Parecía que iba a meter la cara en el escote, se le salían los ojos, parecía que se zambulliría, ¿yo sola veía eso? Todo el mundo reía, bailaba, abucheaban a mi novio “larga a la novia” “dejá que otros bailen” y ella reía. Seguro estaba borracha porque mostraba las tetas.
Sonó Gilda con No me arrepiento de este amor, mi novio la agarró de la cintura y se pusieron a bailar como si fueran pareja hace años. Una coordinación perfecta. ¡La agarró de la cintura! Eso no me gustó porque esos bailes son muy significativos y ¿si se entienden en la pista, será que se entienden en la cama? Mi cabeza parecía que iba a estallar.
Llegó el carnaval carioca y se armó un trencito y la muy turra vino a buscarme para bailar, yo la hubiera cagado a trompadas y al boludo de mi novio me lo hubiera llevado a patadas en el orto para casa, lo hubieran visto, colgado de su cintura con ese trencito de mierda como si no tuviera mujer a la que tocar.
Cuando se despejó el quilombo del trencito, novio y novia quedaron en medio de la pista, ella seguía sonriendo, charlando. Ya había pasado por las ojotas, y ahora estaba descalza, como las otras chicas, todas tiraron los zapatos a un costado para bailar. Idiotas, hubieran venido con zapato bajo y cómodo como yo y no harían el ridículo. Descalza y mostrando las tetas. ¡Patética!
La mina parecía tener energía para tirar para arriba, venía hasta la barra, preguntaba si necesitaba algo, y me ofrecía Champagne, cerveza, vino, daikiri, torta, parecía un torbellino de acá para allá atendiendo a la gente que no bailaba, y ella misma no dejaba de bailar y sonreír, ¿podes estar tan contenta?
Y mi novio atrás de ella, se la saca al novio -¿otra vez?-, y siguen bailando, cuando termina el tema vienen donde estoy y la muy turra me dice “menos mal que hace mucho que no baila tu marido” y se sirve más champagne. “¿A vos no te gusta bailar?”, pregunta como si nada, agitada, mostrando las tetas.
¿Será idiota o estará borracha? Le digo que se quiere coger a mi novio y se caga de risa. ¡Se me caga de risa en la cara! No, es idiota, no cabe duda. O muy turra. Y ahí que viene de nuevo este boludo y se la lleva a bailar otra vez, y ella no le dice que no, no le dice que no ¡no le dice que no!
Agarré de prepo al marido, que pasaba por mi lado y lo saqué a bailar, para que sepa lo que se siente. Salta, no sabe bailar, pero se ríe, yo no reiría tanto, si supiera con la arpía que se casó. Y la guacha ni se mosquea. Sigue sonriendo, le tira un besito al marido y me sonríe, sigue feliz bailando con mi novio. ¡Es una yegua! ¡No le importa el marido! Viene uno y se la saca a mi novio. ¡Por fin!. Alguien con sesos, dicen que ese chico se separó hace poco, que se coja a ese que está solo, al mío me lo cojo yo nomás.
El novio ya no quiere bailar más, está agotado, me lleva a la barra y me sirve más Champagne, tomo la copa de un trago, fondo blanco, está buenísimo refrescante, y del bueno. Tenía razón mi novio cuando dijo que ella era medio fifí, tiene una onda medio rara, zapatos de diva, joyas que no son de fantasía, las uñas trabajadas – se ve que nunca lavó un plato-. Yo creo que se hace la fifí nomás, porque mostrando las tetas y en pedo lo fifí lo dejó dentro de la botella de champagne.
Al darme vuelta hacia la barra para dejar la copa vi en el espejo la peor imagen que hubiera imaginado jamás, la turra abrazada a mi novio. ¡Él la tieía de la cintura! ¿Qué hacen? Giré de golpe para ver bien, para comprobar con mis propios ojos sin espejos de por medio lo que sucedía. Y lo confirmé. ¿Era necesario abrazarlo para la foto? Mi indignación ya no entraba en mí, cuando estoy por encarar la situación se me acerca una chica con un vaso de contenido rojo y me pregunta si quiero, no sé qué es pero me lo tomo. Mirando a los novios y a mi novio que estaba con ellos dice: “La tía y el tío están re felices, se lo merecen” y la miro, levantando una ceja le respondo a la muy boluda, “Esta en pedo y está abrazando a mi novio” y se caga de risa, me hace un ademán negando con la mano y asegura “Los tíos quieren a tu novio como a un hijo”. Le muestro, le indico, la hago reaccionar de que la novia muestra las tetas tuvo y me doy cuenta que esta chica debe ser su amiga porque no tiene mejor idea que reírse y confesarme que las otras chicas están “envidiosas porque parece piel de bebé”, me confía como si nos conociéramos hace años un “quien pudiera tener esas tetas!”.
La miré y quise analizar la conversación. Pensé que me estaba jodiendo, que todo era una joda, luego me debatí en la idea de que estaban todos ciegos en ese lugar. ¿Las minas son todas tontas? ¿Ninguna cuida a su pareja? Empecé a pensar que me trajeron para reírse de mí. Tenía la sensación de persecución como cuando me fumo un porro y me parece que todo el mundo me mira. ¡Que fiesta de mierda!
Parada en la barra y con una botella de Champagne en la mano, me imaginé las cosas que pasarían cuando mi novio iba a cenar a la casa de esa mujer que mostraba las tetas, cuando ya echaba fuego por los ojos y los celos me dominaron no me importó nada más. La música seguía sonando pero yo no la escuchaba, la gente bailando, tomando, algunos comían torta, otros le entraron a los restos de asado y y yo no la veía, tenía el estómago hecho un nudo.
Hasta que el disck jockey no tiene mejor idea que poner la canción de los piratas para rematarla y la gente comenzó a saltar, gritar y bailar;  y de nuevo el boludo de mi novio corrió; si, corrió a sacar a bailar a la novia que sigue sin decirle que no. Como la cagaría a trompadas. ¡Se quiere coger a mi novio!
Vuelta va y vuelta viene, él se hace el dandy con el pucho en la boca y ella sonríe mientras la hace girar y girar, él no puede dejar de mirarle las tetas, le dice algo al oído, ella sonríe. Eso fue demasiado, la gota que colmó el vaso, no me lo banqué más, yo ahí parada mirando como esa mina coqueteaba con mi novio y todos mirando y riendo. ¿Que soy? ¿La hija de la pavota?, todos se divierten menos yo.
Me adelanté con el puño derecho cerrado dispuesta a darle lo que se merecía. Ella giró y sentí su pelo rojo rozarme la cara, metiéndose en mi boca, tapándome los ojos. Perdí el equilibro y comencé a caer. Me quise resistir sin sentido al desplome lento, lastimoso, arrastrado, una descenso de esos que te desgarran la ropa con el piso de cemento alisado, de las que arden en las manos, esas que son eternas como en cámara lenta para que sientas bien la desesperación de no poder asirte a nada y seguir cayendo hasta dar con un piso frío, seco, áspero y duro.

Al levantar la vista, la vi, la odié y un grito lastimero de palabras que arañaban salió de mi garganta. ¡Boluda! Vos y tus tetas. Ñam Fri Frufi Fali Fru comenzó a sonar y ahogó mis lamentos, mis celos y mi dignidad. Todo quedó sepultado bajo las pisadas de todos los que siguieron bailando como si nada hubiera pasado.

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