domingo, 4 de septiembre de 2011

Una tarde tranquila

La tarde esta tranquila como mi alma. Es una de esas en que nada malo puede pasar, donde todo esta en su lugar.

La luz que entra por la ventana, te toca suavemente de costado. Pareciendo que te acariciara por la candidez que tienes en el rostro.

Tranquila, te observo desde mi lugar, concentrado en tus cosas, pensativo. Cada tanto, levantas la mirada y me regalas una sonrisa. Tibia, sincera, llena de amor y el silencio nos abraza y cómplices sonreímos tímidos los dos.

Te llevo un té, con limón, como te gusta. Te abrazo por la espalda y beso tu cuello, suave y largamente … como te gusta. Dejas lo que estas haciendo y me sientas en el escritorio.

Me besas tierno, tu mirada me dice lo que quieres; sonrío intuitivamente cómplice; me acaricias, delicado, como si acariciaras las alas de una mariposa a la que temes hacerle daño, me tocas y te contienes; el deseo de tocarme te gobierna y deslizas tus manos por mis piernas, por mis brazos con sumo cuidado, erizándome.

Te beso, te huelo, absorbo tu esencia, tu perfume, tu respiración, tu aire se convierte en mi aliento, tu respiración en mi ritmo, tu latir en mi canción.

Jugamos con nuestros labios, ellos nos gobiernan, nos esculcan, nos descubren candentes y embebidos en deseo.

La ropa nos molesta, ya dejaste tu asiento, ya me recostaste en el escritorio, ya me inundaste el cuerpo de caricias, ya tu lengua me cubrió de obscenidad.

Estas en mi cuerpo tomándolo todo, irreverente, insaciable, haciéndome vibrar. Estas en mi, navegando en mi mente; sabiendo donde anclar tus deseos.

Gemimos entrelazados, al unísono; temblando en cada caricia húmeda, gozando de nuestros instintos, a merced de las voluntades de nuestros cuerpos, jadeando lascivos.

Distorsionando el orden perfecto del escritorio; que se ha convertido en nuestro altar, donde nos fundimos para ser uno y adorarnos en el éxtasis de una sincronía perfecta.

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