viernes, 11 de septiembre de 2015

Desde otros ojos - Biografìa de un pitbull



Respiro, siento. Huelo. Chupo, me lleno la pansa, suelto, me estiro, bostezo, duermo. 

Encima mi madre, con su olor y su calor. Ella me lame. Todo es tibio.

Me muevo, puedo mover mis patas. Cuesta, me arrastro. Me alimento del cosito de mi mamá y duermo. Escucho. Ruidos, uno llora, ¡hay otros! No estoy solo. 

Los siento cerca, empujando, respirando, llorando.

Lloro, algo pasa. Los otros ya no son solo un ruido, ahora son manchas que se mueven. Eran ellos los que me empujaban. Mamá es una mancha grande, que siempre me lame.

Con el tiempo la veo mejor, a ella y a los otros, mis hermanos. Huelo, siempre el mismo olor en ellos y en ella.  Ella es grande, es enorme tibia y llena de alimento.

Despierto, no escucho a mis hermanos, ella olfatea y llora.

¿Qué pasa? Paro las orejas se paran escucho ruidos. Algo viene, me agarra, ella sigue llorando, la veo cada vez más chica, más lejos, la escucho, llora, gruñe, salta, grita. ¡Tengo miedo!

Ya no la escucho. Hay otro, es grande, siento el latir, como el de “ella”. Pero no es ella. Su olor es distinto. También es calentito. Tengo hambre, busco,  ¡no tiene cosito!. Lloro.

Me ponen algo duro en la boca, ¡quiero el cosito!. ¡Tengo hambre! Busco, lloro, busco, lloro mucho. ¡La quiero a ella!

El otro me sostiene con sus enormes manos, es distinto. Veo sus ojos, enormes, me huele, lo huelo, es una ella busco el cosito. ¡Tengo hambre!  Me da algo blando, lamo, lamo, ¡lo lamo todo! Estoy cansado, me duermo.

Lloro, viene, me levanta, escucho su corazón cuando me acerca a ella. Me alimenta, como todo, me deja en el piso. Es frío. Aprendo a caminar, caigo y me levanto, huelo, lloro. Tiemblo.

Pasa el tiempo. Aprendo a correr. Muchas veces me caigo, es duro y mis patitas se patinan. Ella, me alimenta siempre, me da calor, me lame muak muak y también con sus patas. Detrás de las orejas. Me tiro pansa arriba y ella me toca con las patas, la pansa, me gusta. Ahí, ahí, ahh que lindo!

Sale por un agujero grande y vuelve con cosas que yo muerdo, y sacudo y vuelvo a morder.

Cuando ella se va yo la espero. Siempre vuelve. Mientras, mastico tiro corro. Aprendí a subir las escalones como ella, son muchos y cuando caigo duele. Con ella jugamos, la muerdo. Ladra, ¡¡me muerde la oreja!! Lloro, duele. A ella no hay que morder.

Con el tiempo aprendí a comer las cositas duras, ricas, me pusieron algo en el cuello y cuando ella dice “airon”, paro las orejas y muevo la cola.

Ella se está volviendo pequeña, ahora yo la cuido a ella. Donde ella va, yo voy con ella y me siento a cuidar que no se la lleven. 

A veces muerdo cosas que no me da, y ella gruñe, ladra mucho. Cuando ladra me escondo. Salgo cuando deja de hacerlo. Lamo sus patas, ella me toca despacito, le muevo la cola. Me lame con las patas.

Con el tiempo ya no me alza tanto. Debe ser que me salieron esas cosas al lado de mi cosito, entre las patas, me retuerzo y las lamo, pero ya no me alzan tanto. Ella igual me pasa la pata por el cuerpo y me tiro en el piso y le muestro mi panza y dejo que me lama con las patas. ¡Ay! ¡Cómo me gusta!

Miro, aprendo. Cuando dice “sentate” yo apoyo mi colita en el piso y ella me da una bolita. Dice “quieto” ó “espera” y yo me quedo quieto y espero, eso significa que me va a dar más bolitas para comer.

Ahora dice “vamos” y me pone una soga en el cuello. Me lleva afuera por el gran agujero. Voy despacio, hay mucho ruido y cosas que no conozco.
Tiro para poder correr, la soga que me puso lastima; camino a su lado, la soga ya no lastima. Caminamos despacio y me da bolitas. Quiero correr, no puedo, la soga duele.

Me canso, tengo sed, volvemos a casa. Tomo mucha agua, se desparrama en el piso, estoy cansado, la miro ella también toma agua y se echa. Descansamos juntos. 

Ya tengo ocho meses y a ella se la llevaron. Sus cosas no están, la busco, huelo, no está.

Pasan la luz y la oscuridad varias veces. Sin paseos, solo vienen a darme de comer, nadie me ladra como ella.  Tengo miedo, estoy triste, lloro. Ya no entro en mi camita, se hizo pequeña, siento frío.

Escucho la puerta. ¡Es ella! ¡Volvió! Salto, la lamo, muevo la cola, salto más alto, lloro, me hago pis. Me pone la soga. ¡Vamos afuera!  Mi cosito se sale, se hincha y no puedo meterlo adentro, escucho mi corazón muy rápido. Ella me lame muak muak.

Cuando vamos afuera entramos a una caja grande y se sienta a mi lado. La escucho ladrar despacio, pero hace algo y no me mira. ¡Nos movemos! La caja grande se mueve y yo miro atento para adelante.

Mi cuerpo se va para atrás despacito, a veces al costado y a otro, otras de repente me voy para adelante y ella me pone una mano en el pecho. Me mira de a ratitos, a veces me pone su pata en la cabeza. La miro, es ella y no tengo miedo. Mi boca nunca estuvo tan abierta y mi lengua tan larga. Babeo. Mis orejas paradas, mis ojos bien abiertos.

El afuera es grande, miro por los agujeros y hay muchas cosas y otras como ella, hay cosas que no conozco pero pasan por nuestro lado muy rápido. El olor, no lo reconozco.

Después de mucho tiempo de estar en la caja que se mueve. Nos quedamos quietos. Ella sale, me pone la soga y me lleva.

Huelo, es pasto, tierra, lo conozco. El aire se mueve y me lame la cara, huele distinto, huele a pasto, huele a tierra.

Caminamos, hay otros, muchos. Vienen. Tengo miedo, meto la cola entre las patas mis patitas tiemblan. Huelo, camino junto a ella y huelo donde piso. Los otros, también huelen, los imito, mueven la cola muevo la cola. Me miran. Se van.

Camino con ella, me pasa su pata por la cabeza, me calmo. Me pongo en dos patas para lamer su cara, la miro a los ojos. Me lame.

Entramos a una casa grande. Me deja en una cama nueva, me da cositas para moder,  las dejo a un lado. Trajo comida y agua. Los acomoda cerca de mi cama.

“Sentate”. Obedezco. Miro todo. Me animo a recorrer la casa, es distinta, huele distinto, hay ruidos distintos, y el afuera es tan grande. Me quedo parado mirando por un agujero para afuera. Da miedo pero me quedo un rato mirando.

Cuando se vuelve todo negro afuera. Salimos. Veo luces en todos lados que se prenden y se apagan. Son muchas y chiquitas, pero no sé dónde están, solo las veo arriba por todos lados, aparecen y desaparecen.

Respiro profundo. Paro las orejas y miro las luces, están y no están. Me quedo mirándolas un rato.  

Ella, se echa afuera  a hacer algo. Me apoyo a su lado. Es mía. Siento su pata en mi cabeza. Se la lamo.

Suelta la soga, miro para todos lados, comienzo a caminar, despacio, huelo, empiezo a conocer.

Hay otro, es distinto, pequeño, negro, brilloso, lo puedo tocar, pisar, está quieto, parece bolita que se come, lo miro, lo huelo, lo toco con la pata, pero ¡oh! ¡Se mueve! Retrocedo. Lo mojo, ahora es mío.

¿Y eso?! Es más grande, como mi pata, lo huelo, se mueve, ¿lo toco? ¡salta! Me mira, lo miro, lo toco, ¡salta! ¿Dónde está?

Ella me llama, tiene un palito, ¡a jugar!. Lo tira lejos, salgo corriendo, salto, corro, ¡cuánto lugar para correr!

Destrozo el palito, sigo oliendo, mojo los palos, ahora son míos, y las cajas con plantas, ahora son mías, lo marco todo.  De tanto en tanto, la miro, a ver si está.

Luego de un rato, me aburro, vuelvo con ella, me siento sobre su pata, ella es mía.

Respiro hondo, huele a pasto. Ella está a mi lado. Bostezo grande, es hora de ir a dormir. La toco con la pata, ella es mía.

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