No recuerdo en absoluto la película, no recuerdo cuantos
años tenía, ni la sala de cine, estoy segura que era el cine, no recuerdo con
quien fui , quizás con mi tía, es que con ella vivimos muchas aventuras, solo recuerdo
una escena.
Era un maravilloso día, la pradera brillaba con el sol, la
brisa suave acariciaba la hierba formando olas acompasadas, las mariposas
revoloteaban, el mundo era perfecto y Bamby y su mamá pastaban alegres. Era la
primera vez que iban después de todas las recomendaciones de su mamá y las
veces que practicaron. Mamá le había contado que ese lugar era el más peligroso
del mundo.
Con cuidado Bamby se fue adentrando en la pradera y a cada
paso, no paraba de asombrarse, cada insecto, cada raíz, cada hoja hacían que
sus ojos se agranden como si fueran a salir de sus órbitas, su inocente asombro
no tenía límites.
El pequeño salía al mundo y lo descubría, al cuidado de su
mamá que vigilaba de cerca.
Cuatro perdices volaron y mamá cierva fijó su mirada en
ellas. No pasó un segundo que salto y comenzó a correr veloz y grácil a la voz de
corre Bamby! Corre!
Y corrió. Veloz y desesperado, como si quisiera alcanzar su
corazón que pareció salirse de su pecho y dejarlo atrás. En el aire retumbó el
sonido sordo feroz y mortal de un disparo.
Llegó a los árboles protectores, agitado y sin aliento. Se
dio vuelta. Buscó a su mamá co la mirada. El silencio fue perpetuo, el rostro
ocupaba toda la pantalla. Sus enormes ojos brillaban y se desbordaban. Comenzó
a rasparme la garganta y una piedra me apretó el pecho mientras el pronunciaba
esas trágicas palabras: Mamita, donde estás?
Y desconsoladamente, rompí a llorar.