lunes, 8 de agosto de 2011

Historia de un aventón - Parte I

-Estas loca! Gritó mi cautelosa conciencia, esa que había amordazado, atado de pies y manos, cuando preparé el bolso la noche anterior.

-¡¡Loca no!!  - Pensé -  ¡¡solo desesperada por huir del mundo que me lastima!!.

Ese día entendí, algo que nunca me enseñó mi pequeño, calculado y hermético mundo de perfección y detallismo, la tan detestada y pordiosera improvisación.

Jamás lo había entendido pero ese día, llegué tarde a mi huída. Y como fugitiva inexperta, me encontré sola en medio de una nada que no conocía, una nada mucho más inmensa que mi propia nada; esa, de la que escapaba.

Había perdido el transporte que me desconectaba totalmente de ese mundo del que quería estar lo más lejos posible. Y a su vez ya había pasado el punto de no retorno. Solo podía avanzar improvisando.

Como podía ser? Si yo, la puntual, la detallista, la perfeccionista había calculado todo, hasta un amplio margen de error para no fallar y salir veloz por la ruta que lleva a la libertad. Durante días como un preso sin tiempo, y con la paciencia como única amiga, cavé el hoyo que me liberaría.

Como podía ser? Y entendí.  La humanidad, había creado el más poderoso de los carceleros. El reloj. Fue así que, miré mi muñeca y desabroche el precioso y delicado aparato que marcaba aún el ritmo de un pasado que ya estaba dejando atrás. Lo presioné en mi mano, y lo dejé caer a mi lado para seguir caminando, dejando también atrás, la terminal de micros que ya nada me ofrecía.

Sin dejar de despotricar en mis adentros contra la compañía aérea que por su demora, me dejó a merced de mi misma en ese lugar que no conocía. Caminaba metida en mis pensamientos, hasta que otra vez mi inexperiencia de fugitiva se hizo notar, al sentir el viento colarse por mi abrigo de piel a la moda, que solo servía de adorno.

El sol que me seguía desde que aterricé a miles de kilómetros de mi ciudad, hizo resplandecer un cartel que me ofrecía comida, calor y lo mejor …la posibilidad de un transporte.

Castañas miradas siguieron mi paso, o el flamear de mis cabellos que luchaban desorientados con el viento del atardecer. Castañas y nobles miradas, entendieron que podían ayudarme a pedir un aventón.

-Estas loca! Gritó mi cautelosa conciencia, una vez más.

-Loca no!!  - Pensé -  solo desesperada por huir del mundo que me lastimaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario