domingo, 21 de agosto de 2011

Historia de un camino y sus personajes - Parte I


A veces creo que Dios me quiere mucho, ó muy por el contrario me aborrece y es por eso que me mantiene en esta tierra sin que nada malo me suceda.

Cuando el micro paró a cargar gente cerca de Gral Pico yo dormía placidamente, estirada sobre mi asiento y el lindero que estaba desocupado, hasta que una presencia a mi lado pregunto si necesitaría los dos asientos que estaba ocupando.

Apabullada por el sueño, el no saber donde estaba, y el perfume que de ese ser emanaba, me enderece a regañadientes, me tapé con la campera que llevaba e ignorando la irónica voz que me perturbó en mi apacible sueño, continué como si nada hubiera pasado. Como de costumbre, no tarde en recuperar el sueño.

Imposible saber cuantas horas dormí, podían ser dos, como 16, ya que soy buena dormilona cuando mi cuerpo así me lo pide y las circunstancias me lo permiten. Cuando me desperté, escuche a mi lado, la misma voz molesta de la noche anterior, que decía:

-          Buen día bella durmiente. Vas a seguir durmiendo o preferís desayunar? 

Con la seriedad que me caracteriza cuando no logro entender una situación, o algo  no me resulta agradable, miré para todos lados y pregunté si se dirigía a mi.

Otra vez con su ironía afirmó pero esta vez, con un gesto que a esa hora me parecía detestable aunque dejase entrever en su sonrisa, la hilera perlada que se escondía tras sus labios finos.

Pregunté donde estábamos y me confirmó que cerca de El Bolsón, indicándome que se trataba de un pintoresco pueblo escondido en las montañas de Río Negro.

Una sonrisa forzada salió de mis labios y suspiré aliviada, no tendría que soportar mucho tiempo más a mi indeseable aunque interesante compañero de asiento ya que ese era mi destino, el que no confesé.

No podía dejar de mirar por la ventanilla, el paisaje era maravilloso. Y mis ojos parecían salirse de sus órbitas, con cada cuadro que se pintaba ante ellos.

Necesitaba un cigarrillo, si, definitivamente necesitaba un cigarrillo. Vaya a saber cuantas horas hacia que no saboreaba uno. Así que me fui a la cabina y le pedí permiso al conductor para entrar y fumar junto a él. Si, ya se que esta prohibido fumar en los micros, pero los choferes de larga distancia fuman, quien más quien menos, no se pueden resistir a los vicios de una mujer que viaja sola. Cigarrillo y un poco de charla, me terminaron de despabilar.

Fue así que en la charla me informó el chofer, un personaje cincuentón que alardeaba de su .. vaya a saber que…  que en una hora estaríamos llegando al destino. Cuando sus insinuaciones comenzaron a picarme, y el cigarrillo se terminó, me levante y volví a mi asiento.

-          volviste?

Dijo esa voz, que ya comenzaba a detestar. Y queriendo entablar charla, me ofreció café, mate, galletitas, alfajor y mentitas. Negándome a todos los ofrecimientos, me calcé los auriculares y me dejé llevar por la música. No quería nada, solo quería bajar de ese micro y disfrutar de mis vacaciones sola, sola, sola.

A veces, encontrarme me hace bien y para ello necesito estar a solas, volver a mi es algo que me hace sentir mejor y me ayuda a continuar con mi patética rutina de oficina  y de heroína que todo lo puede.

A veces, cuando quiero encontrarme conmigo misma, toma una ruta inesperada con miedo, miedo a encontrar la libertad y no querer regresar.  

La desinflada frenada del micro, me indico que era tiempo de comenzar mi camino.

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