I
Vamos que te voy a mostrar un camino
muy tranquilo donde vamos los domingos a jugar con Iron, le dije a Karina ese
sábado que vino de visita por mi cumple, tardío pero infaltable. No sé por qué
pero era tarde y Ariel accedió para que conozca con la condición de que al otro
día iríamos temprano a tomar unos mates cerca de aquella bella tranquera.
Estuvimos cerca de una hora, Karina sacó muchas fotos porque a ella le llama
mucho la atención todo lo que hay por acá, vacas, caballos, los cactus en la
vera del camino, los crateus desplegando sus más bellos colores desde el
amarillo al rojo furioso. Caminamos, jugamos a tirar la pelota con Iron y
decidimos mostrarle más del camino, así fue que en lugar de volver por donde
vinimos cuando el sol ya comenzaba a querer ocultarse, seguimos rumbeando para donde
las vacas te miran desconfiadas, donde los aguiluchos no se mueven del camino diciéndote
que son los dueños de aquellas tierras, un camino que a medida que se acerca a
la civilización se ve regado de autos viejos y quemados, donde cualquiera puede
desaparecer y donde nadie te buscaría, un camino mágico tranquilo y triste a la
vez.
II
Hace unos días había llovido y entre
Karina que sacaba fotos y la huella onda, íbamos con cuidado, despacio, a la
velocidad justa para ver una bola marrón en medio de unas chapas. Hay un
perrito ahí, le dije a Ariel, sobresaltada, frenó e hizo marcha atrás y ahí
estaba, acurrucado, temblando, no sabíamos si estaba muerto, porque ante
nuestra presencia no se movía. Hasta que abrió los ojitos, como pudo nos miró
tristemente y los volvió a cerrar. No lo podemos dejar así, dije. Ariel respondió
que no lo podíamos llevar, sin decir más que “pero gorda” … y yo entendí que andábamos
con Iron, que estaba medio muerto y tenía razón. Mejor vamos a casa, dejamos al
perro y le traemos comida y agua.
III
Los
quince kilómetros hasta casa, se hicieron eternos, ni hablar cuando
volvíamos, parecía que iba a trabajar, una ruta interminable, lenta, lánguida y gris, donde el sol que parecía
empeñado en olvidarnos. Llegamos y había una pareja mirando, nos dijeron que
era una perra. Ariel se acercó y le gruñó, estaba herida, temblaba, tenía miedo
y se había dado por vencida. Le habían puesto comida pero no comía, agua pero
no bebía. Es hermosa pensé y sentí como las lágrimas querían salir, pero no las
dejé. Va a llover, hay que sacarla de acá dije. El hombre que estaba con la
mujer dijo que no podían llevarla porque
vivían en un departamento pero que le sacaron fotos y compartieron en Facebook a ver si alguien la buscaba. ¿Cuánto tiempo
puede durar si sigue en este lugar? pregunté al aire. Nadie dijo nada, nos
retiramos, con un nudo en la garganta.
IV
Mientras volvíamos empapados de un
silencio donde solo se escuchaba el golpeteo de las cubiertas en la ruta y el
sol se ocultaba vencedor, Ariel dijo que era una lástima que los bomberos no
pudieran hacer nada, retruque diciendo, a la vecina la ayudaron cuando los
perritos quedaron atrapados en el desagüe. Vamos al veterinario a ver si nos
ayuda dijo. Llegamos a la veterinaria y nos dijeron que no podían cuando les
dijimos que era un pitbull, que la responsabilidad, que era muy peligroso y
varias excusas, entendibles tal vez, pero que no nos convencieron. Insistimos y
nos prestaron un bozal. No bajamos los brazos y Ariel rumbeó a los bomberos,
les contamos y si bien al principio
dijeron que no, luego de unas llamadas y tomarnos los datos, nos dijeron, la
vamos a rescatar.
V
Un haz de esperanza brilló en los
ojos de nosotros tres. No podíamos llevarla derecho a la casa, sabíamos que necesitaba
tratamiento, nos dirigimos a la veterinaria más Chick del pueblo, la que está
frente a la estación, la del centro diminuto de ese pueblo donde nunca pasa
nada. Cuando llego nuestro turno, le contamos la situación a la chica que
atendía y nos dio vuelta la cara, Atendemos hasta las siete dijo. Ya son las
siete, te preguntamos si hacen urgencias. Atendemos hasta las siete repitió y
se puso a hacer que contaba plata y miraba para otro lado. Nos fuimos,
enojados, indignados, con el corazón a caballo y volvimos al otro que habíamos
ido al principio, Ariel tardó en convencerlo y dijo que nos esperaban hasta las
ocho. Salimos como un huracán a buscar a
los bomberos que nos esperaban con la camioneta en marcha y las luces rojas prendidas.
VI
Llegamos al lugar. Era ya de noche, las
luces de las balizas nuestras, y las de la unidad de rescate le daban al lugar
una tonalidad alarmante y angustioso. Bajaron del vehículo un canil y un palo con un
lazo que iban a estrenar, se aproximaron, la iluminaron y ella solo gruñó sin fuerzas.
El jefe le comenzó a hablar con un amor que me dobló el alma, que me hizo
sentir que si aún hay un amor así por la vida, no todo está perdido.
Indicaciones de por medio, pudieron enlazarla, pero no se levantaba, la perra
estaba rendida y otra vez, el Jefe, le dijo vamos reina, vamos que vos podes,
bien bebé vamos a casa. Le pusieron el bozal, aunque la perra no atinó
a morder ni gruñir, de inmediato llegamos a la veterinaria, la vuelta se hizo
más rápida, porque nos guiaba la esperanza.
VII
Pasados unos minutos de atención nos
dieron el diagnóstico, estaba descompensada, desnutrida y tenía un balazo de
perdigones en la pata derecha con una infección, perdería su patita, estaba
destrozada. Ella estaba entregada, se dejó curar, se la banco como una reina, debía
pasar la noche, comer y tomar agua. Si cicatriza la herida igual le será inútil,
lo más probable, dijo el veterinario, es que tengamos que amputar, le sacaron
muchos perdigones y varios huesos rotos. Y sus ojos, sus ojos a pesar de todo, del
miedo y del dolor, nos daban amor.
VIII
La llevamos a casa, la ubicamos en el
galpón, le pusimos una camita, agua y un poco de comida, dejamos la luz
prendida, una luz tenue para que no tenga miedo. Al otro día me levanté
temprano y fui a verla, había hecho pis cerca de la puerta, la comida no estaba
por lo cual le di más y comió desesperada. Limpie y la dejé tranquila, pasó el
día en paz, Ariel la curó y ella le beso la mano, vamos a verla y le hablamos y
nos mira con un amor que duele, duele porque ella sufre y aún así sigue dando amor.
A una semana de ser rescatada, el amor, la atención y la constancia hacen que Reyna se recupere.
Dos semanas y contando... entendiendo por fin que no hay medicina más eficaz que el amor
y ha vuelto a sonreir a pesar de todo...
Ya tiene su chapita ...
31 de diciembre a casi 4 meses , Reyna se ha recuperado y demuestra su agradecimiento con el amor que nos da cada dìa.
05 de Marzo de 2017 Este día Reina, conoció el mar, se enamoró de él y lo disfrutó más que nadie.
19-10-18
…
Y cuando pasa la muerte …
Bronca, ira, vergüenza, impotencia, dolor, y más dolor.
Lágrimas, que no dejan de salir, culpa, no haber estado, no
haber visto, no haber hecho nada, culpa por la ignorancia, dolor, dolor sardónico
dolor
Todo se pinta de otro color, todo parece tener solución menos
la apática huesuda que nos deja descocidos, deshechos, sin fuerza, bañados de lágrimas,
vacío, más lágrimas, dolor y más dolor
Desconsuelo, tristeza que te nubla la mente y te quiebra el
alma, dolor y más dolor
Cuanto dolor, que quema, que deshilacha, que consume desde
dentro, que no para, que aprieta, que retuerce, que duele. Dolor, y más dolor,
no hay nada más …
Y la cubrimos de flores porque a ella le gustaban, porque
siempre se acercaba a olerlas, porque era una reina que hoy se ha ido y permanecerá
siempre en nuestros corazones
Reina vivió con amor, Todo el que pudo encontrar y dar. . Se fue un dia de sol por el maldito síndrome de estomago invertido. La cubrimos de flores blancas y violeta. Esas que ella adoraba olfatear.
No hay palabras para el dolor.
Siempre siempre estara en nuestros corazones
Muy bueno, Rita. La sigo leyendo. Saludos.
ResponderEliminarQue alegría Jorge verlo por acá. Algo de narrativa no hace mal. no? Un saludo cordial.
EliminarPor supuesto, Rita. Y salvar vidas, sobre todo.
ResponderEliminarLA hiistoria se llama Reyna, pero estoy pensando que debí titularla "Una historia de amor"
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