miércoles, 26 de agosto de 2015

Encrucijada



-                      Si te sigo viendo me separo –le dijo Hugo, tajante- mientras se terminaba de vestir.
Desde el otro lado de la cama —Yo no tengo nada que ver con eso. - habría querido responderle. No estaba sorprendida, sabía que tarde o temprano lo diría.

-                      ¿Y porque te separarías? – agregó queriendo parecer desentendida del tema.

Él no contestó. Se sentó en una de las banquetas altas de madera oscura que estaba al lado del bar mientras ellos lo miraba,  haciendo puchero con la boca, como los niños que están a punto de llorar.

-                      Si te separas –continuó ella- tendría que ser por lo que vos sientas o hayas dejado de sentir. Los terceros no contamos.

Se acercó a él y lo acarició.

-                      Dale, contáme que te pasa. - Dijo con la misma dulzura de siempre; Cada vez que ella usaba ese tono Hugo se sentía vulnerable.
Había tantas cosas que quería decirle, pero no encontraba las palabras. Su tristeza era infinita.

-                      Me gusta estar con vos. – agregó sumido en la tristeza

-                      Coincidimos en algo, nos gusta estar juntos, -dijo caminando hacia él- el sexo es genial. A mí me encanta, espero que vos también. Pero …-movió la cabeza de un lado a otro, como una balanza indesiza, calculando el peso de las palabras que seguían -fuera de eso, no siento que podemos estar juntos, y estoy segura que a vos te pasaría lo mismo al cabo de una semana.

-                       ¿Acaso no hablamos todo el día? Cuando no estamos juntos yo te extraño – dijo Hugo

La conversación se dirigía en una dirección que ella no quería tomar, era difícil. Sabía que alguna vez sucedería, y no quería hacerlo.

-                      ¿No es suficiente? creí que eso quedó claro cuando nos conocimos. ¿Te acordás? esto que pasa entre nosotros es para sentirnos bien, si no nos sentimos bien, no sirve. - su voz era cada vez más suave - ¿Porque te querés separar? Yo no te pido eso.
-                      Es que ella tiene un carácter muy fuerte.
-                       Yo también, pero no por eso mi pareja quiere dejarme. - al contrario, esa era una de las cosas que le gustaba de ella a su pareja, el carácter, el ser como era, su indomabilidad, su libertad, era lo que le atraía, pero no pudo decírselo para no hacerlo sentir peor. - ¿Discutieron otra vez?
-                      Si, le pareció que yo guardaba preservativos en el bolso y se armó lío, rompió el celular contra la pared y … bueno, lo de siempre, dormí en el auto.
-                      ¿Y los guardabas?
-                      No! – y sonrió triste – sos la única con la que estoy, mi única amiga, con vos hablo … si, también hablo. No puedo despegar, sos lo único que me queda. – esta frese salió clavándose directo en el corazón de su destinataria.

-                      No digas eso, estás triste y tus palabras también, no digas que soy lo único que te queda, no es cierto, si lo fuera, estarías en problemas. – dijo con una sonrisa hermanada con la tristeza de Hugo.


-                      Si… no!... no sé – hubo un silencio triste, resignado y otra vez hizo puchero como un niño.

-                      Vos … ¿que querés? – lo miraba y sin moverse sentía que todas las células de su cuerpo querían abrazarlo, protegerlo, lo vio tan frágil, tan cansado, tan roto, que tuvo que disimular una lágrima.

-                      ¿Separarme?

-                      ¿Por mí? – abriendo aun más esos enormes ojos grises.

-                      No – pero sus ojos, sus manos, su corazón gritaban que si.

-                      Bueno. - dijo sin convencerse. Quería sentir alivio, sin saber porque, pero no lo lograba, ella no quería cargar con esa culpa, aunque sabía que en parte era responsable y se había confiado cuando él muy seguro de si mismo le había asegurado “los sentimientos los vas manejando”-  ciertamente no quiero ser un motivo para que te separes, esto se esta yendo de las manos, la idea es disfrutar y no salir lastimados, te estoy haciendo mal, capaz es mejor que por un tiempo no nos veamos así se te pueden aclarar los sentimientos.  

-                      Tengo claro que me gusta estar con vos – agregó levantando los ojos brillosos.

“yo también quisiera estar con vos el resto de mi vida, pero el juego que jugamos no contempla esta posibilidad, una vez me dijiste eso” pensó, pero no tuvo el valor de decirlo. Las palabras se le atrincheraron en la garganta y una caricia se le escapó de las manos queriendo calmar el daño que ya estaba hecho.

-                      A mi también me gusta, mucho, pero no tengo nada más que darte que unas pocas horas de sexo y mucha charla. O charla y mucho sexo, como quieras… – bromeo con un guiño pícaro y una sonrisa forzada.

-                      ¿Que más puedo pedir? – sonrió - ¿Me extrañarías? - Y la pregunta quedo haciendo piruetas en el aire.

Hacía casi un año que salían y todos los martes y viernes por la mañana se veían, infaltables, deseosos, vivaces, felices, y todos los días menos los fines de semana, el la llamaba para despertarla,  charlar mientras llegaba al trabajo se había convertido en una necesidad.

Por la tarde, el la llamaba y charlaban hasta llegar a su casa, a veces el no aguantaba y le mandaba mails que ella esperaba y respondía como si hiciera mucho tiempo que no se hablaban.

-                      Claro, ya te tomé cariño – dijo mientras se terminaba de acomodar la pollera que usaba para trabajar – ¿Querés mate?

-                      Dale, no desayuné – dijo aceptando un beso suave que rozo sus labios pero que le llegó al corazón.

No dejaba de mirarla, no podía entender como  se había metido tanto en esa relación que no lo llevaba a nada, pero que tan bien lo hacía sentir, con ella podía hablar de cualquier cosa, y se sentía libre, estaba con ella porque quería estar, se despertaba pensando en ella y era a la primera persona a la que quería ver.

Ninguno de los dos se levantaba tan temprano antes de conocerse, pero desde que salían, madrugar era una delicia que se combinaba con besos, sexo y charla. Recién eran las 7 de la mañana y el día recién empezaba; ambos seguirían sus rutinas diarias, ambos seguirían con sus vidas. 

Después del desayuno, una charla amena y unos cuantos besos, se despidieron con un “en un rato hablamos”, sabiendo que no se volverían a ver otra vez.

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